lunes, 12 de septiembre de 2011

Embarazo adolescente: un problema país.


El 26 de septiembre recién pasado se conmemoró el Día Mundial de la Prevención del Embarazo Adolescente, efectuándose una jornada de reflexión sobre el tema, con representantes del Ministerio de Salud, CEMERA (Centro de Medicina Reproductiva y Desarrollo Integral del Adolescente), FIGIJ (Federación Internacional de Ginecología Pediátrica y de la Adolescencia), CELSAM (Centro Latinoamericano Salud y Mujer), entre otros.
Los cambios culturales hacen que la vida sexual se inicie cada vez más precozmente, lo que conlleva un aumento del embarazo adolescente, realidad que se presenta en países desarrollados y en desarrollo (1), con importantes consecuencias sociales como es la perpetuación de la pobreza, la deserción escolar, la estigmatización social, etc., y consecuencias médicas como es la mayor morbi-mortalidad materno-perinatal e infantil de las madres adolescentes y de sus hijos.
Chile, en 2005, reportó 230.831 nacidos vivos, de ellos, 935 (0,41%) correspondieron a embarazos de adolescentes de 10-14 años y 35.143 (15,2%) a adolescentes de 15-19 años, 5 de estas últimas fallecieron como consecuencia del proceso reproductivo (14,2/100.000 nv) (2). En la Tabla I, se presenta un resumen de la tendencia de la natalidad y de la tasa de fecundidad específica de las adolescentes menores y mayores, en el período 1990-2005; se aprecia que la tasa de fecundidad específica en adolescentes menores se mantiene estable y las mayores registran un importante descenso, estas cifras ubican al país en un lugar de privilegio dentro de las estadísticas latinoamericanas (3). Pese a lo anterior, el embarazo adolescente en Chile conlleva también un alto riesgo perinatal, especialmente por una mortalidad neonatal e infantil significativamente mayor (4,5), asociadas especialmente a una mayor incidencia de recién nacidos menores de 2500 gramos e insuficiente red de apoyo social.
La mortalidad materna en países en desarrollo es un enorme problema de salud pública, no resuelto en la gran mayoría de ellos y el embarazo adolescente contribuye a ella significativamente. En Chile, la amplia cobertura de la atención profesional e institucional del embarazo y parto, hacen que nuestra realidad sea diferente a la mayoría de los países latinoamericanos. Es así que en un análisis reciente (5), la mortalidad materna en adolescentes menores, pese a su elevada tasa (41,9/100.000 nv) no fue significativa y en adolescentes mayores (19,3/100.000 nv) fue significativamente menor al grupo control, explicado especialmente por una baja mortalidad por aborto (3,9/100.000 nv) (6). Estas cifras dan un diagnóstico de situación, para que las autoridades sanitarias del país tomen las medidas necesarias para que ninguna madre-niña o sus hijos mueran como consecuencia del proceso reproductivo o por falta de una red de apoyo social. Lo importante es ¿deseaban esas niñas embarazarse?, ¿hicimos algo efectivo como familia o país para evitarlo?
El embarazo adolescente en Chile se da con mayor frecuencia en estratos socio-económicos identificado con la pobreza (7) y asociado a una alta deserción escolar (8), todo esto perpetúa la pobreza y transforma el embarazo adolescente en un importante problema país.
Es urgente la necesidad de desarrollar estrategias que tengan credibilidad entre la/os adolescentes para lograr el objetivo básico que es la prevención del embarazo y sus consecuencias. Son múltiples los programas internacionales desarrollados con ese objetivo, sin embargo, una reciente revisión sistemática de estudios controlados y randomizados concluyó que las estrategias de prevención primaria no mostraron un retraso significativo del inicio de la actividad coital, no lograron mejorar el uso de anticonceptivos en adolescentes hombres y mujeres, no redujeron la tasa de fecundidad adolescente, y 4 de 5 programas de abstinencia mostraron un aumento de los embarazos en las parejas de participantes masculinos (9). Pese a lo cual, algunas experiencias nacionales, posteriores a ese estudio, han mostrado reducción de la tasa de embarazo adolescente (10,11).
Los niños y niñas de Chile necesitan ser escuchados y requieren de nuestro apoyo. Debemos ayudarlos como familia y país, elaborando programas educacionales no solo para ellos, sino también para los padres, legisladores, equipos de salud y especialmente para los educadores, algunos de ellos ya en marcha (12,13). Incorporemos objetivos biológicos y valóneos, de alta credibilidad, sin imposiciones, ni politización del tema. ¡Los niños de Chile nos lo demandan!
Dr Enrique Donoso S. Editor Jefe. Revista Chilena de Obstetricia y Ginecología.

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