Escondida entre las angostas calles de la delegación Cuajimalpa rumbo a Toluca, se encuentra un edificio color naranja, con zaguanes abiertos en los que se refugian las esperanzas y sueños de adolescentes. Esas niñas que por circunstancias del destino han tenido que abandonar las muñecas, los juegos, su infancia, para dedicarse a la difícil tarea de ser madres en una sociedad donde el embarazo adolescente es un tema que se trata de ocultar por la falta de información que advierta del peligro y la situación que se vive día a día en la Ciudad de México, sin que nadie se preocupe por ellas y sus hijos.
Según datos del Consejo Estatal de la Mujer y el Bienestar Social en el Estado de México (junio 2007), en los últimos años, pese a las campañas promovidas y la educación sexual, las edades en que se produce la gestación en menores ha disminuido, incluso se han presentado reportes de niñas de 10 años ya embarazadas, la mayoría por abuso sexual. Dichos datos sólo contemplan lo referente a los casos denunciados, pero si se toma en cuenta que únicamente entre un 15 y 30% de los delitos salen a la luz, la cifra puede ser mucho mayor. Una de las razones para ese “mutismo†se debe a que los mismos familiares y gente de confianza son quienes perpetran ese tipo de abusos en las infantes.
El paso de la niñez a la adolescencia es una etapa llena de conflictos, más en la mente de una pequeña que tras sobrellevar un trauma así, habrá de enfrentarse a cambios para los que su cuerpo y mente aún no están preparados. En el caso de niñas en situación de calle, la vida sexual comienza desde los siete años. Un 90% de ellas es abusada sexualmente, por lo que antes de cumplir los 13 años ya habrán tenido al menos un embarazo o al menos algún aborto.
Este comportamiento se vuelve un círculo vicioso en el que tanto madre como hijo estarán probablemente atrapados de por vida, ya que en nuestro país son contadas las instituciones que se encargan de casos como éste, y que cuenten con el personal y las instalaciones adecuadas para proveer de ayuda a ese sector tan doblemente vulnerable, por ser infantes y ser mujeres.
La Fundación Dar y Amar (DAYA) es una de las pocas que se encargan exclusivamente de niñas y adolescentes madres o embarazadas, con el propósito de brindarles alojamiento, comida, servicios médicos y terapia psicológica, bajo la premisa de que ayudar a una chica, es ayudar a una familia entera.
Es muy importante que las adolescentes busquen la ayuda que necesitan para poder salir a delante, para que tanto ellas como sus hijos puedan estar bien y tener una buena salud, y recurrir a las fundaciones que prestan esta ayuda es una muy buena opción.
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